Afrania Lazo es trabajadora de hogar y de cuidados. Llegó a Bilbao desde Nicaragua hace más de tres años. Migró forzada por la crisis económica de su país. “No fue una decisión, ni algo que planifiqué o que soñé”, aclara Afrania. Es madre de dos niños y llegó a Bilbao en 2018, sola, porque veía más posibilidades de encontrar trabajo aquí. “En ese momento, pensé que venía con trabajo seguro, porque así me lo habían garantizado. Pero no fue así. Llegué aquí y le dieron el trabajo que me habían prometido a otra chica”, añade. Al poco tiempo, consiguió un trabajo de interna; cobraba 800€ y solo tenía derecho a salir de casa cuatro horas por semana. “Ese primer trabajo me hizo tanta ilusión… En mi país no se gana esta cantidad, ¡son casi 1.000 dólares! Pero el trabajo exigía estar encerrada en una casa 24 horas, no estaba preparada ni psicológicamente ni emocionalmente”, cuenta Afrania. Dejó ese empleo y empezó a trabajar por horas: limpiando casas, cuidando niños… Entonces, llegó el COVID-19 y se quedó sin trabajo. Desde entonces, vuelve a trabajar como interna, pero esta vez está organizada; forma parte de una colectiva llamada Trabajadoras No domesticadas, que lucha por los derechos de las trabajadoras de hogar y de cuidados.
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