Afrania Lazo: «Necesitamos un sistema en el que los cuidados no sean un privilegio de las clases pudientes»

Afrania Lazo es trabajadora de hogar y de cuidados. Llegó a Bilbao desde Nicaragua hace más de tres años. Migró forzada por la crisis económica de su país. “No fue una decisión, ni algo que planifiqué o que soñé”, aclara Afrania. Es madre de dos niños y llegó a Bilbao en 2018, sola, porque veía más posibilidades de encontrar trabajo aquí. “En ese momento, pensé que venía con trabajo seguro, porque así me lo habían garantizado. Pero no fue así. Llegué aquí y le dieron el trabajo que me habían prometido a otra chica”, añade. Al poco tiempo, consiguió un trabajo de interna; cobraba 800€ y solo tenía derecho a salir de casa cuatro horas por semana. “Ese primer trabajo me hizo tanta ilusión… En mi país no se gana esta cantidad, ¡son casi 1.000 dólares! Pero el trabajo exigía estar encerrada en una casa 24 horas, no estaba preparada ni psicológicamente ni emocionalmente”, cuenta Afrania. Dejó ese empleo y empezó a trabajar por horas: limpiando casas, cuidando niños… Entonces, llegó el COVID-19 y se quedó sin trabajo. Desde entonces, vuelve a trabajar como interna, pero esta vez está organizada; forma parte de una colectiva llamada Trabajadoras No domesticadas, que lucha por los derechos de las trabajadoras de hogar y de cuidados.

Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y a casi un año desde el comienzo del Estado de Alarma, hablamos con ella sobre cómo ha vivido la pandemia y el aumento de las desigualdades que, como siempre insistimos desde Finantzaz Haratago, son el síntoma de que el sistema actual no funciona.

Afrania Lazo es integrante de la colectiva feminista Trabajadoras No Domesticadas.

Finantzaz Haratago: ¿La pandemia nos afecta a todas y todos por igual?

Afrania Lazo: “Estoy segura de que la pandemia no nos afecta a todos por igual. El trabajo de hogar, por ejemplo, ha sido siempre un trabajo feminizado y racializado. Las trabajadoras de hogar somos más propensas y vulnerables a todo tipo de violencias, que se generan dentro del hogar. En marzo del 2020, la gente se quejaba, porque habían cerrado los bares, porque cerraron las tiendas de ropa, porque no podía ir a comer a un restaurante… Mientras tanto, muchas empleadas de hogar y las cuidadoras fuimos despedidas sin más justificación que ‘la situación está mala’. Muchas mujeres han perdido su trabajo en la pandemia, sin tener adónde ir. Las que tenían contrato, se quejaron, porque no les han indemnizado adecuadamente. Las que tenían contrato, claro, porque muchas no tenían, y muchas otras estaban de ‘ilegales’. Parece que, como no tienes tus papeles en regla, ya no tienes derechos.

En el caso de las internas, durante el confinamiento, estuvimos 45 días encerradas. Ya no podíamos salir los fines de semana. Conozco a muchas compañeras que se han pasado hasta cinco meses encerradas, por miedo a quedarse sin trabajo de la noche a la mañana. Somos mujeres que no tenemos un segundo lugar donde dormir. Otro factor que nos afectó como sector fue que, a diferencia de otros sectores, no contábamos con un manual de seguridad laboral ni hay nadie que regule que se cumpla con las medidas de prevención. Nos protegemos con mascarillas que pagamos nosotras mismas».

F.H.: ¿Cómo ha sido para ti, como trabajadora interna, este primer año de pandemia? ¿Se han respetado tus derechos laborales?

A.L.: “A partir de marzo del 2020, he tenido cambios a nivel personal, claro que sí, que son más o menos significativos comparado a los de otras personas. Mientras recibía llamadas y mensajes de amigas que me decían que se habían quedado literalmente en la calle, yo podía decir que tenía un trabajo. Un trabajo que no llegaba ni a los 300€, pero al fin y al cabo era un trabajo. Era un trabajo que realizaba con mucho amor, con mucho esfuerzo, porque era con una persona mayor y sabía que me necesitaba.

A pesar de aguantar lo más que pude, terminé haciendo trabajo interno. Fue una decisión bastante difícil, pero al menos ya estoy concientizada de que es un tipo de trabajo donde se te anulan todos tus derechos laborales. Para empezar, no hay un respeto por tu espacio privado. En segundo lugar, la ley en la actualidad te dice que el salario mínimo interprofesional es de 950€ por 40 horas trabajadas a la semana, pero no hay familia que te pague lo que te corresponde. No hay un sistema que te pague por las 24 horas que trabajas diariamente. Por eso no se puede comparar el trabajo de interna con derechos laborales, porque el trabajo interno es esclavitud».

F.H.: El 31 de marzo de 2020, el Gobierno español aprobó un subsidio extraordinario para empleadas del hogar durante la pandemia. ¿Te parece suficiente esta medida para hacer frente a la vulneración de derechos que sufren las trabajadoras? ¿Qué debería hacer el Gobierno para ofrecer un apoyo real?

A.L.: “El subsidio era para trabajadoras de hogar que estaban inscritas en la Seguridad Social en el régimen especial de trabajadora de hogar y que perdieron sus trabajos a raíz del estado de alarma. ¿Pero y después del estado de alarma? Como sociedad requerimos un trabajo más exhaustivo y minucioso, pensado en el bienestar común. Necesitamos un sistema en el que los cuidados no sean un privilegio de clase. Que quien tenga mayor poder adquisitivo no tenga más derechos. Necesitamos medidas en las que la persona contratante y la que cuida tengan beneficios reales. Y necesitamos una Ley de Extranjería que no te obligue a convertirte en esclava. Queremos una ley que respete nuestros derechos como trabajadoras, sean del origen que sean. No puede darse por hecho que las personas que salen de España son personas emprendedoras y que buscan ‘lo mejor’, y que las personas que venimos a España seamos las personas que estemos ‘recogiendo’ lo peor de la sociedad».

El trabajo de hogar y de cuidados es uno de los pocos sectores cuyos derechos no están regulados.

 

F.H.: El trabajo de hogar y de cuidados es un sector altamente feminizado, y se realiza especialmente por mujeres migradas. ¿Por qué crees que ocurre esto?

A.L.: “En cuanto a la feminización del trabajo de hogar y del trabajo de cuidados, estamos como hace tres siglos. Los cuidados siempre han sido trabajo de la mujer por el simple hecho de nacer mujer. En pleno siglo XXI aún no reconocemos aún el valor de esa persona que se queda en casa mientras otros se van a trabajar. No le asignamos un valor al cuidado que cada persona ejerce durante 24 horas. En una sociedad en la que se busca la participación equitativa de la mujer en el sector político, social y económico, nos estamos olvidando de un sector muy importante: el sector de cuidados.

El recurso más accesible para cubrir ese déficit en el sistema va a ser una mujer migrada. Va a ser una mujer migrada, porque desconoce sus derechos y no te va a reclamar sobre lo que está ganando y se va a contentar con lo que le pagues. No te va a reclamar por un horario, porque no tiene familia a quien ver en la noche, no tiene una vida social o un lugar donde vaya a ir a pasar el rato. Necesitamos un sistema de cuidados que no sea un privilegio solo para la gente de mayor poder adquisitivo. Necesitamos un sistema de cuidados al que cualquier persona pueda tener acceso sin entrar en detrimento de los derechos de otras mujeres, donde tanto la persona que necesita los cuidados como la que los otorga salgan beneficiosas de la situación».

F.H.: Eres, además, integrante de la colectiva Trabajadoras No Domesticadas. ¿Cuáles son vuestras demandas? ¿Habéis realizado actividades concretas ante la situación de pandemia y las vulneraciones de derechos?

“Yo estoy en Trabajadoras No Domesticadas desde 2019, aunque la colectiva lleva trabajando desde el 2014. Surgió a raíz de un proceso de formación llamado ‘escuela de economía feminista’. Iniciaron un diagnóstico a través de una encuesta dirigida a mujeres trabajadoras de hogar. La encuesta arrojó datos sobre grave vulneración de derechos humanos que sufrían las trabajadoras.

Yo las conocí, porque, a través de las redes sociales, vi que había un grupo qu ese estaba reuniendo y que hablaba de temas que para mí eran desconocidos, pero que eran importantes. Gracias a ellas, me enteré de que éramos el único sector laboral que no cuenta con un convenio colectivo. Me llamó la atención y, a partir de entonces, me he interesado mucho por reunirme y por participar en todas las actividades.

En 2020, a raíz del Estado de Alarma, hicimos una nueva encuesta para definir cómo se había agravado la situación del sector y proponer soluciones. Creamos una página web (interdependientes.org) con el fin de dar a conocer nuestros derechos y mantener informadas a las trabajadoras de hogar. Incluso tenemos un buzón en el que se pueden hacer consultas sobre tu situación laboral. sobre qué puedes hacer, etc. Y también contamos con un espacio en el que personas expertas en el tema te apoyan de manera confidencial.

Como trabajadoras de hogar y de cuidados podríamos enumerar un sinfín de demandas, pero, por ser un poco más específica, estas son las demandas de más peso: En primer lugar, hablamos de la abolición del trabajo interno, porque, hasta el momento, hemos visto una falta de voluntad política por parte de las instituciones. Por definir, por ejemplo, no existe un plan de inspección para ver lo que sucede en nuestro centro de trabajo. Hizo falta una pandemia para que la Seguridad Social se diera cuenta de que había muchas trabajadoras de hogar cotizando por debajo del salario mínimo interprofesional. Y eso no es cosa de este año, llevaban años cotizando por debajo, con un salario muy antiguo. ¿En qué otro sector se da esto? ¿En qué sector no te dan un contrato donde puedas revisar por cuánto estás cotizando? Creo que ahí se observa la ‘voluntad política’. No queremos esperar a otra pandemia u otra situación de la misma gravedad para que se den cuenta de que se están vulnerando otros tipos de derechos en el núcleo del hogar.

Otra de nuestras reivindicaciones es la reforma de la Ley de Extranjería. Porque esta ley nos mantiene bajo la alfombra de la casa, nos oculta y nos hace invisibles. Somos un sector que no existimos en la sociedad. Necesitamos una ley que realmente permita que se nos identifique a todas las mujeres que estamos en situación de irregularidad y trabajando en la economía sumergida. Hay mujeres que llevan hasta diez años en situación de irregularidad y no han dejado de trabajar. Queremos que la Ley de Extranjería cambie, porque sabemos que es una herramienta que utilizan los explotadores para mantenernos donde estamos, para no darnos un contrato, para pagarnos lo que quieran, porque no tenemos papeles.

Y, por último, queremos reivindicar que la vida de las personas mayores dependientes y de los niños también valen. En este país no existen los cuidados, se silencian. Son un privilegio de la clase más pudiente y por eso necesitamos un sistema de cuidados gratuito y universal, para que acceda quien lo necesite no solo quien lo pueda pagar».

Trabajadoras No Domesticadas acudió al Parlamento Vasco en noviembre de 2019 para pedir la abolición del trabajo interno.

 

F.H.: ¿Por qué crees que es tan importante organizarse y formar parte de colectivos siendo trabajadora de hogar?

A.L.: “Involucrarnos en organizaciones en pro de nuestros derechos, como trabajadoras de hogar, nos va a permitir conocer mejor quiénes somos y quiénes hemos estado ‘en primera línea’, ahora que se utiliza tanto esa palabra… Hemos vivido ‘en primera línea’ agresiones a nuestro cuerpo, agresiones a nuestra vida social, a nuestra situación psicológica… Y solo organizándonos se dará un mejor proceso en la reivindicación de lo que necesitamos las trabajadoras de hogar. Nos empoderamos, quedamos entre nosotras y nos conocemos. Así somos capaces de identificar y dar a conocer esas violencias que sufrimos, esas vulneraciones de nuestros derechos. Y aprendemos a proponer soluciones, porque solo así mejorará el nivel de respuesta de las instituciones.

La organización como colectivo nos permite articular y unir fuerzas, y consolidar nuestra relación con otros sectores como, por ejemplo, las trabajadoras de ayuda a domicilio o de las residencias, que también son ámbitos altamente feminizados. Somos trabajadoras y movimientos que tenemos que unir nuestras voces en pro de mejorar las condiciones laborales».

F.H.: El lema para este 8 de marzo en Euskal Herria es “Dena aldatu, sistema arrakalatu” (Cambiemos todo, agrietemos el sistema). ¿Cómo crees que podemos ‘agrietar’ este sistema? ¿Qué es lo principal que crees que debe cambiar?

A.L.: “Esta propuesta de ‘agrietar’ el sistema se está dando ya desde hace varios años y ‘ahorita’ empezamos a ver los frutos de ese trabajo. La sociedad, la ciudadanía, está en una situación en la que ya no da para más. Somos conscientes de que necesitamos un cambio en todos los aspectos de la vida, y ese cambio debe darse desde lo público, a través de las instituciones. Necesitamos cambios en las leyes que más nos afectan como sector de cuidados.

También nos hace falta un trabajo a nivel personal, a nivel de la familia, sobre cómo manejar esto. Tenemos que tener conciencia de que el cuidado es un derecho para todas las personas y qué es un derecho que tiene que distribuirse equitativamente entre todas las partes. Que no se sobrecargue a uno y otro sea beneficiado, sino que hagamos un trabajo equitativo, porque todos tenemos derechos y todos tenemos obligaciones. Tenemos esperanzas de que haya un cambio en la situación, donde no haya unos más perjudicados que otros, donde realmente la gente se sienta que tiene derecho a cuidar y a ser cuidada».