Esta entrevista se publicó originalmente en El Crític.
La mexicana Erika Licón, profesora de la Universidad de Concordia (Montreal), habla sobre la Campaña por un currículum global de la economía social y solidaria.
¿Cómo surgió la Campaña por un currículo global de la Economía Social y Solidaria (ESS)?
En 2016, la red argentina de Economía Social y Solidaria comenzó a buscar herramientas educativas en este ámbito y se vio que no había un espacio que visibilizara todo lo que se estaba haciendo. Entonces, se abrió una convocatoria para formar una red de redes y, en 2017, se establecieron una serie de principios en los que se basaría la campaña. No tenemos fondos, pero es admirable lo que estamos consiguiendo. Comenzamos con 8-10 representantes de redes u organizaciones y en un año doblamos la cifra. Esto refleja la necesidad de un espacio de encuentro para hablar sobre los procesos formativos dentro de la Economía Social y Solidaria.
¿’Currículum Global es una forma de hablar o se busca realmente un corpus global y compartido sobre la formación en Economía Social y Solidaria?
No queremos elaborar un eje uniforme que diga «Esto es lo que hay que estudiar». Se trata de visualizar los esfuerzos que ya se están haciendo dentro y fuera del aula. Entendemos la educación como un proceso de aprendizaje que se da en la acción, en la marcha y en la resistencia, durante toda la vida. Más que del ámbito de la economía, la campaña surgió de la educación popular, de abajo y del sur hacia el norte. La parte académica se fue integrando después: uno de nuestros objetivos es crear espacios de diálogo para conectar el movimiento del ESS con la academia, con el objetivo de que ésta le sirva y no se «sirva de» al movimiento. Lo que tratamos de impulsar son unos principios compartidos.
¿Cuáles son esos principios?
Hay principios abiertamente feministas, porque si no es feminista no es ESS (por eso nos cuesta entender que en este encuentro se separe el eje de la economía feminista). Y principios de justicia social y medioambiental. Cuando observamos los procesos formativos tampoco vemos una separación de la madre tierra como una entidad aparte.
En la página web de la campaña visualizan en un mapa decenas de experiencias de todo el mundo, muy variadas, que comparten estos principios. ¿Nos podrías poner un par de ejemplos?
En Barcelona, por ejemplo, tenemos el caso de Edualter, una organización que elabora materiales y herramientas para maestros de primaria y secundaria que tratan estos temas. Es una muestra de cómo desde la educación no formal se puede incidir en la formal. En Kibera (Kenia), se han abierto espacios para que los jóvenes africanos entiendan qué es la ESS a través de la educación popular y el juego. Ahora se está hablando de abordar estos temas a través del fútbol. Son locuras que piensas que nunca funcionarán porque nos enseñan a encapsular las diferentes disciplinas. Pero tenemos una juventud desatendida y deseosa de hacer, entonces, ¿por qué no hacerlo?
[Más tarde, Claudia Álvarez, de la red argentina Red Educación y Economía Social Solidaria, y Celina Valadez, del Grupo Promotor de Economía Solidaria de México, se unirán a la conversación para insistir en que «La economía tiene que ver con una forma de organizar la producción, el intercambio, la vida … hay grupos de arte, de lucha por el agua, que hacen Economía Solidaria. No es la persona jurídica lo que hace la ESS, sino la práctica y sus valores «, dirá Álvarez. Para Celina Valadez, hay que entender que «en América Latina hablamos de Economía Solidaria en el marco del Buen Vivir. Es una vida amplia y digna. Este tipo de acciones de arte, cultura y deporte, son parte de una nueva sociedad de derechos «].
Lo no formal -continúa Licón- no es tan visible y aquí tenemos un problema. Para que los procesos de aprendizaje se dan en la acción, dentro de cada colectivo, en cada asamblea.
¿Los valores de la ESS están más presentes en las prácticas cotidianas de lo que creemos?
El problema es que pensamos que las comunidades marginadas deben aprender de la ESS. Al contrario: ellas son las que a menudo viven estos valores y nosotros somos los que tenemos que aprender. Por ejemplo, tenemos que aprender de las comunidades
indígenas como vivir en armonía con la madre tierra. Esto es algo que no aprendemos en las escuelas, y debemos reconocer con humildad que no sabemos cómo hacerlo. Esta arrogancia que hay en el concepto de educación es la esencia de lo que intentamos cambiar con la campaña: se trata de aprender unos de otros, de generar una Ecología de saberes ‘, como dice Boaventura de Sousa: al mismo nivel, visualizando los conocimientos surgidos desde los márgenes.
¿Ha habido más avances en la introducción de la ESS en el área formal?
Tampoco tantos. Siguen siendo temas que no se enseñan. Son los estudiantes los que están sedientos de saber y hacer. A través de ellos, las universidades han de sentir la presión para integrarla en sus programas. En la Universidad de Concordia, en Montreal, trabajamos en la creación de un pregrado en economías alternativas, porque no hay. Hay máster, pero cuando los jóvenes han finalizado la carrera ya están absorbidos totalmente por el sistema capitalista.
¿Crees que existe el riesgo de que el mismo sistema educativo absorba y normalice la ESS como una cuota de especialización, arrinconada?
Sí, puede pasar. Hasta ahora el riesgo es que se ha centrado en la investigación. Y no se han abierto espacios para que sea el movimiento de ESS lo que diga «Esto es lo que hemos aprendido». Desde que a partir de la crisis financiera de 2007 se volviera una moda, muchas universidades han invertido para investigar, pero no para abordarla desde un proceso de formación crítica.
Aquí, algunos colectivos de estudiantes de economía no piden que se elimine la enseñanza de economía liberal, sino esto: que se enseñe junto a las otras teorías.
Debemos estudiar la perspectiva capitalista para entender cuán ridícula es. Que los estudiantes sepan que el concepto de economía se ha distanciado de la sociedad, donde una mano invisible regula el mercado… Deben conocer la burla, de donde sale esta ideología, que no es una teoría. También nosotros creamos una ideología, pero de sentido común, de armonía entre seres humanos y con la naturaleza. Estoy de acuerdo que se enseñe, pero desde una mirada crítica.
En algunos países como Brasil, con el ascenso al poder de Jaïr Bolsonaro, parece que será complicado intentarlo.
Ser parte del movimiento de ESS en el sur global conlleva un riesgo. Allí, cuando sales de la academia formal y empiezas a hacer, incomodas a gente y la distribución de poder. Hay quienes arriesgan su seguridad personal y construyen con las comunidades; y hay quienes investigan desde el escritorio sin arriesgar de la misma manera. En el perfil académico, las personas que hacemos no encajamos. A un académico se le concibe como el que produce saberes, pero esta es una versión muy arrogante. No: aprendamos juntos, y este aprender juntos es el hacer, y en la academia no hay tiempo para la acción.
Esta división está muy marcada, y a la hora de contratar gente se contrata a quienes han publicado mil artículos, no a los que han hecho cooperativas y proyectos comunitarios.
Tú que has estudiado durante muchos años este ámbito, donde existen voces más diferencias entre las concepciones que se manejan en la ESS?
Creo que varía mucho el concepto en función de la región, del actor y de los egos. De repente la gente inventa términos para denominar el mismo, a menudo sólo para buscar reconocimiento. Yo prefiero hablar de valores compartidos. Valores como la colectividad, la participación en la toma de decisiones, lo no patriarcal, la diversidad, la inclusión…
Dices que es urgente incorporar la mirada decolonial a la ESS.
La decolonialidad tiene que ver con poner en el mismo nivel de importancia y valor los saberes que no son creados dentro de la educación formal. Debemos revisar nuestros privilegios y ver quién está hablando de qué y quién está llevando todos estos saberes, y dar espacios para hablar. La realidad es que lo que más se da a conocer de la ESS es del norte. En este encuentro, por ejemplo: ¿Cubrimos toda la diversidad que hay? Como mexicana, de abuelas indígenas, me sorprende mucho venir y ver que todo el equipo de facilitación es europeo. La decolonialidad tiene que ver con abrir estos espacios e invitar. En el consejo directivo de la red canadiense iniciamos una discusión sobre esto recientemente, porque allí también pasa. Y se quiere igualdad, pero entre mujeres y hombres blancos. Donde queda la interseccionalidad? Hay espacios que aunque sean alternativos se conceptualizan desde la situación privilegiada de quien los creó.